Nunca he sabido manejar de forma acertada los sentimientos, ni he conocido a nadie con la habilidad o sabiduría suficiente capaz de hacerlo, y por tanto capacitado para dar un consejo o una pequeña guía adecuada al uso y desuso de tan preciado tesoro, sentir y transmitir los sentimientos a los demás. En este aspecto como en tantos otros me siento huérfano. Estoy entonces ante otra situación en la que somos nosotros mismos “y nuestras circunstancias” los artífices de los éxitos y fracasos de nuestras acciones, donde el aprendizaje puede ser lento y sin garantía de ser correcto, y las “ostias” frecuentes y dolorosas. Advertidos sobre los grandes pesares de manejar tan delicado valor, la mayoría de nosotros optamos por hacer uso escaso, limitado y superficial, de tan peligroso elemento, “el que evita la ocasión evita el peligro”, no usándolo, ponemos a salvo de agresiones nuestra frágil estabilidad emocional.
Sin embargo, estoy seguro, de que tomando esta actitud protectora, en cierta manera ridícula, limitamos sobremanera nuestra capacidad de sentir y vivir de forma plena, pero esto que resulta fácil afirmarlo sobre el papel, es extremadamente difícil ponerlo al descubierto ante los demás, aún de forma intima, descubrir los sentimientos es desnudar nuestros secretos, dárselos a conocer a los demás significa dejar flancos vitales para nuestra estabilidad a merced de cualquier veleidad malintencionada del prójimo. Los sentimientos tienen cualidades que no caducan, cuando ven la luz, una vez desnudos, mantienen su integridad y su belleza para siempre.
Los sentimientos no causan daño, siempre son un bálsamo, significan placer, cuando nos los prestan o nos los dan. Pero como elemento extraño, tiene una cualidad extraña, no permite la traición. El daño causado por los sentimientos cuando se utilizan como arma arrojadiza no es causa del propio sentimiento, no podría serlo, es nuestro y jamás haría daño a su dueño y protector, es causa de la traición. De la persona que arroja o rompe lo que no es capaz de usar ni de sentir, de quien tiene sus sentimientos prisioneros y pretende jugar con los de los demás.
Liberar los sentimientos es quizás la única manera de darle libertad a nuestras vidas ¿y que es la vida sin libertad?