Levante la mano justo a tiempo pero el taxista y su taxi pasaron de largo, ahí me dejo, plantado y con el brazo en alto, incluso he chasqueado los dedos, pero no ha funcionado, quizás el taxista no ha visto mucha intención en mi gesto o estaba whatseando y ha pasado de mi, voy bien vestido y mi aspecto es fenomenal comparado con otras situaciones menos importantes, algo ha fallado. Tengo prisa, tengo una cita, y quiero ser puntual, necesito ser puntual, las primeras impresiones juegan mucho en los primeros lances de cualquier aventura o empresa, por eso no he cogido mi coche, el trafico y los problemas de aparcamiento hubiesen dejado huella en mi rostro y deteriorado mi concentración y mi sonrisa, pero con el comportamiento del taxista tampoco hemos empezado bien, y el tiempo, ajeno a mi situación, perdura en su camino. Hace calor y no quiero sudar, me relajo, me concentro y camino pausadamente en busca de otro taxi. Son solo cinco calles en subida y una recta de 800 metros, pero no quiero llegar jadeando o con la transpiración desatada, no seria un buen comienzo. Después de unos metros veo venir a otro taxi, con un gesto mas decidido levanto la mano y le doy el alto, este si para, es un Mercedes casi nuevo y muy confortable que me llena de buenas sensaciones, la noche empieza a enderezarse. Apenas unos instantes después el taxista para en el lugar acordado. Arreglamos cuentas, abro la puerta y pongo los pies en el suelo, justo en ese momento un manojo de nervios me aprisiona el estomago y envían una especie de descargas eléctricas a mi cerebro generando confusión y ansia, una mezcla que me paraliza por unos instantes, pero es demasiado tarde, el timbre del portero electrónico ha sonado y su voz rápidamente me da la bienvenida y abre la puerta. Quiero echar a correr pero mi aturdimiento me arrastra hacia el ascensor, ahora siento un poco de miedo y noto calor, es nuestra primera cita.