Había sido un día normal y por tanto monótono, parecido a los ya acumulados, por eso era conveniente darle un poco de emoción generando el deseo, el ansia, el premio a la espera. No era fácil pero si posible.
Yo ese día ya tenia planes, y mis pensamientos ya estaban creando el escenario, solo faltaban los elementos más comunes y para ello era conveniente salir a la calle, de paseo. El objetivo era darse un festín, una gran cena, de las que estaban a nuestro alcance y eran habituales, solo faltaba el bocadillo de calamares con mahonesa, y ese era mi objetivo más inmediato, mi deseo guardado, y para ese fin era conveniente utilizar todos los medios.
Me arregle convenientemente con mi uniforme de paseo, recién afeitado, con la cara totalmente abrasada por el roce de la maquinilla eléctrica y unos escozores insoportables, agravados por el cuello de cura y el broche del uniforme, faltaba pasar la revista del sargento y la calle y el bocadillo de calamares serian míos. ¡Mierda! el sargento se queda mirandome, las quemaduras de la cara no le impresionan y me manda en cinco segundos a salir de la formación y terminar de quemarme la cara, el afeitado según su criterio no reunía las normas que un buen soldado debía de lucir. ¡Mierda y mierda! salgo corriendo, todo por el bocadillo, y me aplico la maquinilla por la cara, el escozor es insoportable y realmente más afeitado ya no es posible con esa máquina, consigo que la cara se me enrojezca debido al grado de las quemaduras. Cuando vuelvo la formación ya estaba saliendo y el sargento ni me mira lo bien que me había quemado, mejor. Ya estoy fuera.
Tenia tiempo y varias opciones, pro decidí buscar el bocadillo de inmediato, había esperado tanto ese momento que no pude evadir el deseo, además el uniforme me acentuaba el dolor de la cara y quería volver y ponerme cómodo.
Podia haberme quedado sentado y comerme el bocadillo acompañado de algún compañero que estaba en el bar, pero ese día mi imaginación habia preparado un festin intimo entre los calamares y yo, lo demás hubiese sido traicionar el puro deseo guardado.
Volví presuroso al cuartel con mi bocadillo liado en papel grasiento y con cuidado de no mancharme, al entrar en la compañía había un grupo de compañeros en la entrada viendo la tele, pase de largo, con mi tesoro secreto bajo el brazo. En mi litera deje el bocadillo en la cama, lo mire con lujuria y estuve a punto de morderlo, pero no lo hice, me di la vuelta y abrí la taquilla para cambiarme mi incomodo uniforme de paseo por el de faena, y en eso estaba al tiempo que mi boca y mi estómago empezaban a segregar jugos y mi imaginación se deleitaba de placer pensando en el bocadillo de calamares con mahonesa, que por fin estaba sobre la litera esperándome.
Sin haber terminado me di la vuelta y, ….NO……NO…..¡MIERDA!…..¡MIERDA!
Que rabia, que horror, que impotencia, el bocadillo estaba sobre la litera, mejor dicho, el pan abierto estaba sobre la litera, los calamares habían recobrado vida y habían desaparecido. Que fracaso. Tanto sufrimiento, tantas quemaduras y ese gran momento roto hicieron que los jugos se convirtieran en bilis y el deseo guardado en rabia. MUCHA RABIA.
Como estaba convencido de que los calamares jamás me hubiesen abandonado por motu propio, rápidamente intuí que algún idiota de los que estaban viendo la tele había provocado las risas de su publico gracias a mis calamares. Y digo idiota porque ya que se pone ¿porque se dejo el pan?, el que se comiese los calamares y dejase el pan me enfureció aún más, era un equipo, formaban un todo, que sentido tenia uno si y el otro no.
Me acerque al grupo en silencio pero con un volcán interior a punto de estallar, con el pan en las manos, me quede inmóvil unos segundos y de forma tranquila y con tono amigable pregunte quien había sido el gracioso, no salió nadie, pero eso carece de importancia, lo peor fue que ninguno hizo el menor gesto de reconocimiento de mi presencia, lo cual era extraño y los delato, había alguien en el grupo culpable y que los tenia acojonados. Pero yo en ese momento sentía mucha rabia así que formule de nuevo la pregunta, subiendo un poco el tono de la voz con la intención de romper la sordera de los presentes, no había respuesta, pero para cabezón yo.
Lo siguiente fue ir aumentando el tono de la voz y el insulto, distanciando la frase y poniendo énfasis en las palabras: QUIEN_HA_SIDO_EL_CABRON_QUE _SE_HA_COMIDO_MIS_CALAMARES.
No hubo que insistir mucho, de repente, sin saber de donde había salido, una gran mole me levanta y me pega un empujón. Salgo volando y de bajada me estrello con las primeras taquillas, noto como la guerrera de paseo que aún llevaba puesta estalla y dispara todos los botones dorados, creo que sin llegar a tocar el suelo, de forma automática, como si hubiese caído sobre un muelle me abalanzo sobre él y como una tenaza le agarro del cuello, parecía su corbata, aquel tío era enorme, intentaba salvarse de mi pero era imposible la adrenalina había cerrado el candado de las manos y solo una contraorden mía haría de llave. Entre gritos y golpes el resto de compañeros consigue separarnos, no por solidaridad, por miedo a que algún superior entrase y castigase la pasividad.
Todo quedo aclarado, ningún compañero mío cometió tal atropello con un bocadillo de clamares, todos éramos conscientes de lo que significaban en nuestras vidas, en ese trance de soledad y transición. El sujeto en cuestión era de los recién llegados y no había establecido aún su conexión con los bocadillos de calamares con mahonesa.. Supongo que con el tiempo entendería porque unos malditos y asquerosos calamares provocaron tal reacción, tanta pasión desenfrenada. Supongo y espero, porque los calamares nunca me lo agradecieron.
Publicado por Celedonio Sepúlveda |
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