La cuestión importante no está en quien gobernara España, si ello es posible y dada la situación, y durante cuánto tiempo, esa es una cuestión baladí. Lo realmente importante es el precio y no puede reconocerse legalidad a ningún derecho ni obligación derivado de un pacto entre partidos, la voluntad estatal se forma por medio de procedimientos regulados y de acuerdo a las competencias de cada órgano, de cada poder del estado. Hay una diferencia entre acuerdos privados y acuerdos públicos. Un acuerdo que tiene como resultado la renovación en el poder de una persona no es de interés general, que es la única causa posible de la actuación de un Gobierno democrático. El Gobierno en funciones no puede hacer lo que le plazca, necesita para actuar acreditar un interés general, y ese interés no se da en el pacto con una minoría y un representante huido de la justicia.
Actuar de este modo, por interés personal, es violar de forma contundente y con conocimiento de causa la voluntad democrática y la paz social que tanto nos ha costado mantener durante 84 años, 39 de ellos bajo una dictadura implacable y 45 de ellos con una Transición, una Constitución y una Monarquía parlamentaria. Todo ello se puede fracturar si un señor, si un poder se excede en sus limitaciones y no existe, como no existe un contrapeso. La división de poderes de la que hacemos gala y habla la Constitución, no existe, ni se le espera. El único contrapeso que nos queda es la calle.
El poder legislativo no existe como contrapeso, es una fábrica de leyes, la mayoría inútiles y relentizadoras del progreso y el bienestar, es como patentar y no defender la patente, no sirve de nada, legislar sin presupuesto, improvisando, tampoco sirve de nada, solo para generar titulares. Este poder está secuestrado por los partidos, más concretamente por la disciplina de partido. Sería más barato y quizás más efectivo y ágil con un solo diputado de cada partido y su representación porcentual salida de las urnas. El poder legislativo no nos salvara de nada.
El poder judicial existe, pero coexiste con el poder ejecutivo, y es frecuente una correspondencia de cargos en uno y otro sentido, por encima de la moral y la ética, y sobre todo de la cordura democrática. Como consecuencia de esta intromisión, la capacidad de contrapeso y freno a los desmanes del poder ejecutivo es una lotería que a veces toca, pero con mucha bronca y demasiadas acusaciones de izquierda y derecha. No es una garantía fiable, depende de factores de equilibrio político y eso dista mucho de ser un contrapeso como manda la Constitución. Si la Constitución estuviese protegida y blindada por todos los poderes que emanan de ella, ningún individuo llegaría tan lejos, ni pondría en venta valores tan importantes por mantenerse en el poder.
Ya da igual que gobierne el PSOE. Lo grave es que si gobierna es porque se han saltado importantes líneas rojas, líneas rojas que abren un camino que nada tiene que ver con los eslóganes con los que se predica. La igualdad, la convivencia y sobre todo la libertad, estarán mermadas, el primer paso para ello es limitar la libertad de expresión y pensamiento, sutilmente o no tan sutilmente en algunos casos, para ello se crea una doctrina de los bueno y lo malo, los buenos son los afines y creyentes y los malos son todos aquellos que difieren en pensamiento, ahora se les llama fachas. Me refiero a una doctrina del poder, como sucede en Rusia, en Hungría o el poso que ha dejado Trump en los EEUU.
Después de las etiquetas a los no creyentes, se desata el odio y la intransigencia y el siguiente paso es la dictadura democrática. Tan nociva y asfixiante como cualquier otra dictadura. Eso sí, la elegimos nosotros, como idiotas.
En cuanto a las aspiraciones secesionistas, después de todo esto, si prospera, se regenerara, se fortalecerá gracias a la financiación oficial que ya estaba destruida, y por segunda vez, tendremos que padecer el acoso de una parte a la otra. Esta vez, sí, creo, con una resistencia mayor por la otra parte, otrora sumisa, y por tanto con una conflictividad mayor.
No ganamos nada si no hay entendimiento entre PSOE y PP. Hay que evitar sloganes electorales, destruir el Sanchismo unos y de gritar que viene el lobo otros. Lo contrario es peligroso para todos. La paz y la democracia no se destruyen en un día, necesitan más tiempo, a veces años, pero el camino es el que llevamos, estamos a tiempo de rectificar.
Publicado por Celedonio Sepúlveda |
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