Nov
9th

Aún estamos a tiempo

Captura de pantalla 2023-11-09 174620No ha habido necesidad de pedir perdón, ha dicho el prófugo Puigdemont, a la cara de todos los españoles, y ha vuelto a hablar en nombre del pueblo de Cataluña desde su escondite de Bruselas, de todos los catalanes, mentira, en mi nombre no.

No han pasado apenas horas desde el esperpento y ya están choteándose de nuestra democracia, he visto como Pilar Rahola se reía y acusaba a los españoles de retrógrados, y así será a partir de ahora, falta ver por cuanto tiempo, hasta que la situación se revierta.

Esta bacanal de disparates ya no me causa preocupación, me está causando angustia la ceguera política y, me cuesta reconocerlo, miedo al ver la celebración de los descerebrados, de algo, que tiene un camino muy corto. Que nadie piense que esos acuerdos, en realidad no son acuerdos, es un panfleto para entretener e intentar justificar lo muy diferentes que son, cuando en realidad son iguales, los acuerdos van por otro sitio, ni la ley de amnistía, llegaran a buen puerto.

Lo mejor y la única solución, antes de que la situación se descontrole, es que el señor Sanchez se vaya, si es posible con Puigdemont, que el PSOE se retire a los cuarteles de invierno y se lo haga mirar profundamente y se celebren nuevas elecciones. Y por supuesto se pidan responsabilidades a todos los causantes de este desastre, que no parece que todo se ajuste a la ley.

No es posible ni creíble lo que está sucediendo, estamos asistiendo a un juego de muñecas, por niños, niñas y niñes, irresponsables, sin remota idea de que están jugando con el Estado, con la Paz en mayúsculas y con los ciudadanos. Por favor, basta ya, como padre no quiero este panorama ni para mí, ni para mis hijos ni para los hijos de los demás. Iros a hacer experimentos con gaseosa y tengámoslas en paz.

Adeu.

Oct
18th

El primer viaje

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I

clip_image002La acera estaba tibia, como dos cuerpos desnudos acurrucados, el sol primaveral del mediodía no tenía la arrogancia abrasadora del verano pero lanzaba su luz blanca en los baldosines dibujando con vapor seco, pequeños halos, burbujas transparentes que subían para deshacerse al instante, las veía alzándose con un brillo ondulante hasta desaparecer; yo estaba tendido boca abajo apoyando la cabeza en los brazos cruzados.

Me gustaba esa sensación de aturdimiento, me abandonaba igual que los lagartos para absorber los efectos milenarios del sol, no para calentar la sangre ni para equilibrar la temperatura del cuerpo, era simple placer gratuito, fetal y agradable, así pasaba largos ratos sumido en una sensación muy parecida a una pequeña borrachera de madroños, el calor no me molestaba, todo lo contrario, me adormecía y causaba un efecto hipnótico y surto. Allí, en la acera de enfrente de mi casa, observaba con absoluta atención a mi padre mientras trabajaba un encargo tejiendo con cuerdas de cáñamo una red enorme para proteger la paja de los carros que irían y vendrían de las eras más adelante.

Había un gancho enorme saliendo del techo en la misma entrada de la casa, ahí colgaba la red y la iba girando a medida que lo necesitaba para terminarla, para mí era una delicia observar aquel enorme columpio que poco a poco aparecía de la nada, además de mirar a mi padre, me encantaba verlo trabajar y crear con sus manos, también estaba atento a cualquier ausencia suya cuando se levantaba para beber agua de los cantaros o buscar cualquier material o herramienta que necesitase, o simplemente un descanso, ese era mi momento, como un gato hambriento en busca de su presa pegaba un salto y me encaramaba en lo más alto de la red para impulsarme y columpiarme alborotadamente, con todas las prisas de la duda y sabiendo que aquello tendría fin, y sin ningún tipo de reconocimiento al peligro ni respeto al miedo, la regañina estaba asegurada, pero yo no bajaba hasta que él me echaba para seguir trabajando, así una y otra vez cansinamente, él soportaba mi tozudez y mi presencia y le gustaba que estuviese allí observándole, él sumergido en sus cosas, y yo intentando adivinar cuales eran, en esos momentos me bastaba verlo feliz y ensimismado, como yo, nos comunicábamos en silencio, con el pensamiento; yo notaba el flujo de afecto en una y otra dirección y sabía que él también vivía las mismas sensaciones.

Su vida, la de un hombre bueno había sido troceada brutalmente amputándole como a tantos otros de su generación y durante muchos años la parte afectiva a cambio de noches de insomnio y pesadillas; demasiados días robados de su juventud en una aventura de crueldad y destrucción, eso lo atormentaba en su interior sin aparentarlo, tan solo en la profundidad de sus ojos se podía adivinar su sufrimiento y su miedo, y ver las ruinas de su alma causadas por las bombas de la irracionalidad humana, pero esa puerta no estaba abierta a todos, la guerra civil y sus batallas más descarnadas, la cárcel, la condena a muerte y luego la posguerra lo habían transformado en un hombre silencioso y reservado, con un infierno interior que lo quemaría de por vida y con un poso de desconfianza que lo acompañaría siempre.

Pero esa vida interior acallada no le impedía su sonrisa y la alegría de vivir y disfrutar de los momentos y risas con su familia y amigos, en todos los pueblos había vencidos y pobres, y vencedores con buen corazón, aunque también existían y convivían vampiros con ansias de sangre, sin embargo la concordia por necesidad se abría paso inevitablemente, las persecuciones y el miedo se eludían pasando inadvertido a las autoridades, siendo silencioso, las actividades para ganarse la vida estuvieron prohibidas por un tiempo para los perdedores, por eso estaban todas a nombre de mi madre, actividades artesanas todas ellas, espartero, talabartero, comercio de artículos de arcilla, esquilador, jornalero y churrero; todo era bueno y cualquier temporada tenía una oportunidad para matarse trabajando y sacar algo de dinero, mi madre era carnicera, comerciante, jornalera y churrera, además de madre, esposa y protectora del tinglado familiar, una feminista a tiempo completo sin ser consciente de ello.

La casa era una pequeña exposición de artículos a la venta y tienda de los productos que elaboraba mi padre y de algunas cosas de barro, una más de tantas casas mágicas del pueblo que se descubrían cuando atravesabas la puerta y encontrabas un zaguán repleto de estanterías repletas de latas de conserva, de cuerdas, se sombreros, otras veces se veían jamones colgando del techo, morcillas, tocino y sacos de garbanzos y habichuelas y un gran bidón de aceite con una bomba manual para despacharlo, veías un colmado, o una panadería, o la barbería, el estanco, correos, la telefónica, no había carteles mi rótulos de neón, era un misterio y un descubrimiento, sobre todo para los niños y cada comercio tenía su olor el del negocio y el olor familiar.

En la nuestra, justo a la entrada había una sala con estanterías de madera y ganchos para exponer anterroyos1, cabestros, horcas de palo, botijos, serones, aguaderas y alguna arrebañadera2 que se prestaba más que se vendía, además de pequeños objetos, también una pelota de arcilla para reparar botijos; hacia la izquierda la sala se estrechaba y había una mesa camilla, unas cuantas sillas de enea y una pequeña repisa con una radio que estaba todo el día encendida y hablando, de vez en cuando alguna canción, el espacio hacía las veces de despacho, tienda y sala de estar para la familia, a partir de ahí, estaban las habitaciones, la cocina con su chimenea, la alacena y el corral, el corral albergaba una antigua cuadra que hacía las veces de baño, tenía un murete de no más de un metro que hacía de váter, había que respingarse y en cuclillas con el culo hacia el interior de la cuadra deponer las sobras del cuerpo en caída libre al lugar donde picoteaban las gallinas, con exquisito equilibrio, pues tenía un peligro añadido y cierto riesgo por la altura y la posible caída, pero también suponía una comodidad añadida, la altura evitaba la intrusión siempre molesta de las gallinas en tu espacio vital y en un momento tan importante y de tanta repercusión para tu salud como ese, no era recomendable leer en ese acto, por dos razones, por la distracción y puesta en riesgo del equilibrio y casi siempre por la falta de elementos de lectura. No había papel, eran tiempos de superación e ingenio.

clip_image004En aquellos días sucedía un acontecimiento un tanto peculiar, todas las tardes durante varias semanas, mi casa se llenaba de un olor profundo a sebo de oveja, muy concentrado, para mi nariz aún en pleno aprendizaje resultaba demasiado olor, me era imposible asimilarlo y anularlo, no me acostumbraba, era horroroso, como meter la cabeza hasta el cuello en un fardo de lana grasienta recién esquilada y respirar profundamente. Aquel señor que visitaba mi casa era pastor de ovejas y no necesitaba anunciar su presencia, en el mismo instante que aparecía por la esquina y el viento era favorable, incluso si no lo era su intensidad buscaba un atajo, adivinábamos su intención de visitarnos, yo lo miraba desde lejos, era incapaz de acercarme, sus efluvios me resultaban por aquella época insoportables. Era de condición muy humilde, nosotros éramos pobres pero este señor lo era bastante más, al menos en apariencia, su figura un tanto tosca la cubría con ropas desaliñadas y pringosas, sus zapatos eran recios atados con guita igual que los pantalones de pana y su cara de buena persona estaba esculpida con grietas producidas por el frio de la mañana y el Sol del mediodía, verdaderos acantilados donde se escondían los días felices de su niñez, su media barba negra lo hacía viejo siendo joven, era pastor a jornada completa y esclavo de su miseria incluso de noche, feliz a su manera y libre como sus ovejas.

Todo en él era rudo y básico, no estaba dotado de facundia, su conversación era difícil de entender, por su escasez de palabras y su baja y cansada entonación, sin embargo cuando hablaba captaba toda la atención de los que estaban a su alrededor, el sonido de sus palabras tenía un efecto hipnótico igual que cuando una noche cálida de verano nos embelesamos contemplando las estrellas sentados en un cerro cubierto de fina hierba y olores profundos.

Sin yo pretenderlo este hombre me buscaba para hacerme la carantoña e intentar retenerme mientras hablaba con mis padres, quizás eso lo relajaba y le daba seguridad, sin embargo yo encontraba siempre una excusa de niño antipático para escabullirme de él, lo que resultaba imposible pues aquel hombre desprendía su olor por todo el espacio en forma de velo pringoso que se te adhería al cuerpo y al ambiente y resultaba difícil de quitar. A pesar de ello, este hombre y su profundo olor a oveja se han quedado en mi vida formando parte de mi aprendizaje y de mi origen humilde.

Aquellas visitas y sus conversaciones auguraban cambios profundos que yo aún no lograba descifrar. A partir de esos días mis padres se mostraban inquietos y misteriosos, en la casa se notaba mucho ajetreo fuera de lo normal, un exceso de visitas y el trasiego de objetos que no estaban expuestos en la tienda, aquello en algún momento parecía un gran bazar, luego supe que mi casa no era la única.

Un día vi como la radio la descolgaban de su repisa y se la llevaba una señora de mediana edad, aquellas voces misteriosas que salían de su cajón de madera y que formaban parte de los ruidos familiares y de los silencios se iban por la puerta, pregunté, porque se la llevaban y la respuesta era que se la prestaban un tiempo, no me convenció, pero la educación de la época obligaba a no inmiscuirse en las cosas de los mayores y me di por respondido y conforme. La conciencia de un niño está totalmente a merced a las palabras de los padres, la duda no existe porque los padres no mienten, y si lo hacen los niños no lo saben.

II

Un desagradable rebuzno, con un sonido atronador y terrorífico me había sobresaltado, un burdo despertar solo apaciguado por la calidez de la roca en la que me encontraba recostado, ahí estaba el burro mirándome de forma descarada y desafiante mientras arrancaba la hierba que brotaba en el borde del riachuelo para comérsela sin ganas, el causante de mi desdicha se notaba aburrido y con ganas de molestar, de alguna forma requería mi atención, mientras, un poco más abajo tres mujeres entre ellas mi madre estaban lavando en el pequeño riachuelo los desordenados montones de ropa que tenían a su lado, todo mezclado, no importaba que fuese blanca o color, el lavado era individual y el jabón era el mismo para todo. La frotaban y golpeaban con sus manos y sus dedos arrugados con la fuerza medida según la suciedad y apoyándose en la estregadera que sujetaban hábilmente entre las piedras del rio, evitando cualquier movimiento traicionero, de vez en cuando le restregaban jabón para disolver las huellas del trabajo duro, el jabón lo hacían ellas mismas con aceite sucio y sosa y su olor era el olor característico del limpio natural sin perfume.

Hablan y ríen, están de rodillas sobre pequeños cojines rellenos de paja, despreocupadas de los niños y ajenas a los reclamos del burro. En un recodo del rio, detrás de ellas, a pocos metros, están los arbustos coronados con la ropa húmeda mirando al sol, la van colocando empapada y limpia a un lado y cuando tienen suficientes se levantan a tenderla entre los hierbajos y los peñascos.

El borrico sigue con sus rebuznos, esta pesado, parece cansado de tanto Sol y añora su cuadra más fresquita. Cuando estoy a su altura le arreo un manotazo en el lomo con la mano izquierda manteniendo la distancia y el animal da un paso atrás sin quejarse ni tan siquiera levanta la pata, se queda mirándome insinuante, me voy rio abajo detrás de las lavanderas y compruebo mi molinillo, lo había dejado anclado entre dos piedras en el cauce del rio y aún permanecía girando al son del agua, el corcho, las aspas, y el eje mantienen su delicada fortaleza, lo recojo y aprovecho para buscar pizarrines antes de que las madres den por finalizado el día de campo, los pizarrines buenos y suaves están escondidos en el lecho poco profundo del rio, erosionándose hasta ser perfectamente redondeados.

Cuando las mujeres han terminado de lavar conversan animadamente dándole tiempo a la ropa a secarse antes de recogerla y guardarla en los cestos de mimbre. El borrico no deja de mirarnos pero ya no rebuzna, menea el rabo de vez en cuando y se alegra cuando observa que ellas comienzan a recoger la ropa y los utensilios y comienzan a cargarla en sus lomos.

Cuando han colocado el hato encima del animal y una parte en sus cabezas, yo ya estoy subido al lomo de mi amigo recostado sobre los fardos que sobresalen de los serones y comenzamos el regreso al pueblo, las mujeres ríen y no dejan de hablar durante todo el camino, ríen de todo incluso de ellas mismas, ir al rio es una fiesta, olvidan sus miserias y endulzan la escaseces de todo el año sabiendo que no necesitan mucho más.

En cuanto llegamos al pueblo me tire del burro no sin antes darle una fuerte palmada en el lomo para encabritarlo y recibir una colleja de mi madre antes de salir corriendo en busca de los amigos.

III

Unos días más tarde, descubrí cual era el motivo de las visitas de aquel señor y aquel extraño ajetreo de enseres desfilando por la casa hacia la puerta, había escuchado una conversación totalmente esclarecedora de la que no se habían cortado con mi presencia, me dejaron escucharla con toda la intención, de forma accidental evitaban el mal trago de mirarme y sentirse culpables, así resultaba más impersonal y aséptico, estaban preparando los pasos finales para dejarle al señor los enseres de algún oficio de mis padres, también estaban ultimando lo que definitivamente se iban a llevar, lo que habían dado, lo que habían vendido y lo que dejarían en la casa.

Entendí perfectamente y con toda la tristeza del mundo las palabras de aquella conversación, eran palabras afiladas, estaban produciendo heridas, no solo a mí, quizás a mí al que menos, mis padres y los presentes sabían perfectamente la transcendencia y su significado, la radicalidad que tomarían sus vidas para siempre, seriamos los próximos en abandonar el pueblo, en abandonar la casa, en cerrar nuestro hogar con llave para siempre; para buscar hasta encontrar otro diferente, nunca el mismo, en ese momento se instaló un abismo en mí que separaría una vida de la otra, la vida que acababa y otra que comenzaba alejándose de la primera, una que permanecería para siempre en un lugar iluminado de mi memoria y mi recuerdo y la nueva que necesariamente me tocaba descubrir y vivir.

Llego el día señalado, a pesar de anunciado como todo lo que no se quiere también de forma repentina, antes había abandonado el colegio y me había despedido de los amigos de la calle y alguno más que vino a curiosear. De madrugada una camioneta DKW vino a recogernos a toda la familia, éramos siete personas con el conductor, también iba parte de lo que ya era pasado y que formaría parte para siempre de nuestras vidas y de un futuro inquietante e incierto. Eran las cinco de la madrugada, no había amanecido aún y aquella furgoneta se puso en marcha, no hubo que atravesar muchas calles para llegar a la carretera y en pocos metros y alguna curva, el pueblo y todo el pasado desapareció, me quede adormilado en ese instante y regrese a mi cama y a mi casa como lo haría tantas veces a partir de ese momento, para volver a mi refugio, a mi paraíso, a mi pueblo y corretear por sus calles y sus huertas.

Nada hay más pegajoso para la memoria que una fractura en su continuidad, todo esa vida que deje se congelo y permanece viva con toda su pureza, sus colores, sus olores y sobre todo con sus enseñanzas y valores de una niñez plena y libre, muy libre, en las calles y en los campos, con escasez pero conforme, con meriendas de pan con ajo o aceite, desayunos con leche en polvo y cenas de pisto y torreznos en la chimenea, suficiente para ser feliz y necesario para conocer el valor de las cosas y mantener la humildad como estilo de vida. Ese primer viaje se convirtió en interestelar, largo e incómodo, comiendo pollo con tomate frio y tortilla de patatas, por primera vez me enseño el mar, con el sol rojizo saliendo por el horizonte, un descubrimiento tan hermoso que auguraba todo lo bueno por venir, al menos eso pensaba, después de esa visión nada podía ser malo. Y no lo fue del todo, comenzaba otro acto de este teatro que es la vida y que aún continúo interpretando, llorando y haciendo llorar, y riendo y haciendo reír, llantos y risas necesarias para avanzar en el rio de la vida, agua y viento para inflar las velas y navegar.

Notas:

1. [Anterroyo]: Anillo de tela rellena de paja, o de otra materia análoga, que se utiliza para preservar del roce del [cincho] a los mulos que efectúan la trilla.

2. Ganchos de hierro destinados a sacar los objetos que se caen a los pozos

Oct
10th

De repente

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20230819_181019Hay una forma de hablar muy típica del pueblo, la forma de interactuar entre los paisanos fue una de las conversaciones, apasionante y divertida, de este verano en el pueblo, daré una pista más, fue en una terraza, y posiblemente debido a la flojera producida por el calor sofocante o quizás, al hecho no poco significativo de sentirnos melifluos y godibles, la conversación consiguió aglutinar los conceptos más significativos, con sus giros, de la cortesía en la conversación corta, algo más que el saludo, pero breve, evitando las mayores explicaciones, pero también las respuesta seca y desabrida, ni parecerse a un despropósito.

Son muchas las palabras, tantas como la sabiduría e imaginación de los paisanos y los vecinos de la comarca. Sirva un ejemplo, para colocar en el centro el verdadero significado de lo que trato de explicar:
“Una paisana con un familiar enfermo, en los paseos diarios a la panadería y anca Nemesio, se topaba con los habituales y en cada encuentro, el saludo y la pregunta:

¿Cómo anda tu padre?

Pues regular

¿Regular? ¿Y eso? ¿Qué ha pasado?

Necesariamente se ve en la obligar de explicar y entrar en conversación. Y eso varias veces antes de volver a su casa, y cada vez que sale a hacer un mandao.

Cualquier respuesta no meditada da la opción de ampliar información y entrar en unas explicaciones que a veces no son de gusto.

En una de estas, tranquilamente sentadas en la mesa camilla, conversando con su madre, comienza a explicarle de forma informal y ligera lo que sucede, porque a veces tarda tanto en un mandao y otras no, no para justificarse, no hace falta, pero eso las mantiene en la mesa hablando con el teléfono alejado.

La madre con toda su sabiduría y sus conocimientos innatos y secretos de psicología psicosocial, aparte de otros, también innatos. Mi vecino Benito (q.e.p.d), en sus tiempos, me hipnotizaba cuando me hablaba de microecomía del campo, una rama desconocida en la universidad y por los economistas, y sin embargo muy habitual para los que se ganan la vida trabajando el campo. Bueno pues la madre le responde:

Pues si te preguntan diles que está mejor.

Así lo hizo, cuando le preguntaban, ella contestaba:

¡ Mejor, mejor ¡

A partir de ese momento, la gente quedaba conforme y contenta con esa respuesta, que ciertamente admite pocas preguntas y así, la brevedad, a veces buena por breve, permitía que los mandaos no se estirasen tanto.

Surgieron muchísimas palabras y situaciones, verdaderas joyas de la oratoria breve, pero dada la situación ya expuesta, las tendré que rebuscar en los anaqueles desordenados de ese día.

¿De qué ha muerto?

De repente.

Sep
30th

Las palabras

384435575_10229268638654845_2201097512085177626_nLos tiempos nos arrastran y traen consigo nuevas técnicas y nuevas formas de relacionarnos, el otro día en la radio escuchaba que con el teléfono móvil no hubieran sido posible muchos de los mitos y los cuentos que nos han acompañado durante tantos años, esa tecnología hubiese roto con la soledad, el aislamiento, la espera y en la mayoría de los casos hubiese dinamitado la magia de lo imposible con un sms o con un whatsap, es posible que sea así. No hace mucho los niños pensaban que la leche venia de los tetrabiks, ahora esta generación de niños cuando dejan el chupete cogen el smarphone, no podrían imaginarse un mundo sin internet, unas relaciones sin likes y sin la posibilidad de bloquear a diestro y siniestro a todos aquellos que no son de su cuerda sin dar una sola explicación solo pulsando una opción, ser amigo o dejar de serlo sin cruzar una palabra ni una mirada, mantener conversaciones donde faltan las mitad de las palabras, mostrar las emociones con dibujitos que quieren imitar una sonrisa, una carcajada, un abrazo o una mirada de reprobación o cariño o un beso, y todo esto cuando la distancia en muchos casos no existe, la marca nuestro móvil.

Cuando todo esto pase, si pasa, y si no pasa también, nos daremos cuenta del valor de las palabras pronunciadas, del valor de sus diferentes sonidos, del valor de una mirada, del valor de una caricia de un roce, del valor de la cercanía y de la importancia de la palabra escrita. Cuando todo esto pase o perdamos el miedo a nosotros mismos y a los demás.

Sep
25th

Una cita

42465011_10215634631973199_2237802072885952512_nLevante la mano justo a tiempo pero el taxista y su taxi pasaron de largo, ahí me dejo, plantado y con el brazo en alto, incluso he chasqueado los dedos, pero no ha funcionado, quizás el taxista no ha visto mucha intención en mi gesto o estaba whatseando y ha pasado de mi, voy bien vestido y mi aspecto es fenomenal comparado con otras situaciones menos importantes, algo ha fallado. Tengo prisa, tengo una cita, y quiero ser puntual, necesito ser puntual, las primeras impresiones juegan mucho en los primeros lances de cualquier aventura o empresa, por eso no he cogido mi coche, el trafico y los problemas de aparcamiento hubiesen dejado huella en mi rostro y deteriorado mi concentración y mi sonrisa, pero con el comportamiento del taxista tampoco hemos empezado bien, y el tiempo, ajeno a mi situación, perdura en su camino. Hace calor y no quiero sudar, me relajo, me concentro y camino pausadamente en busca de otro taxi. Son solo cinco calles en subida y una recta de 800 metros, pero no quiero llegar jadeando o con la transpiración desatada, no seria un buen comienzo. Después de unos metros veo venir a otro taxi, con un gesto mas decidido levanto la mano y le doy el alto, este si para, es un Mercedes casi nuevo y muy confortable que me llena de buenas sensaciones, la noche empieza a enderezarse. Apenas unos instantes después el taxista para en el lugar acordado. Arreglamos cuentas, abro la puerta y pongo los pies en el suelo, justo en ese momento un manojo de nervios me aprisiona el estomago y envían una especie de descargas eléctricas a mi cerebro generando confusión y ansia, una mezcla que me paraliza por unos instantes, pero es demasiado tarde, el timbre del portero electrónico ha sonado y su voz rápidamente me da la bienvenida y abre la puerta. Quiero echar a correr pero mi aturdimiento me arrastra hacia el ascensor, ahora siento un poco de miedo y noto calor, es nuestra primera cita.

Sep
21st

1883

374278797_10229151916376861_3010970271581112741_nUna frase sacada de 1883:

"Cuando la situación es un error, no hay decisiones buenas o malas, es cuestión de suerte."

Hay que elegir, entre una patada en el cielo la boca o una patada en el vértice perianal. Nada bueno.

………

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Sep
21st

Un verano diferente

unveranodiferenteHe visto los cielos azules, limpios y transparentes, con algunos borrones algodonados, sin gorriones, sin golondrinas, sin apenas pájaros. El sol se dibujaba enorme, con poderío, arrasando de luz y calor todos los espacios, el viento ha desaparecido de estos paisajes y se ha llevado la lluvia, no hay agua, de momento, y de momento las ovejas están tristes y quietas, asustadas y con la mirada fija al infinito para sentir menos, para no darse cuenta.

No hay ríos, no hay lagos ni lagunas, apenas charcas y tampoco pozos. Todo el paisaje y sus huertas están sedientos. Hay preocupación, un poco de miedo y mucho silencio, es como la pandemia, una segunda plaga, ya estamos acostumbrados, paciencia y la cosa se soluciona, los gobiernos son lentos, pero están atentos y la solución llegará antes de que sea tarde, antes de que todos se hayan arruinado. Pero esta pandemia es diferente, no colapsa hospitales, no es un problema de salud pública, no ataca residencias y no genera cadáveres físicos. Y lo peor, según la voz popular el causante es el dios de la lluvia y en ese departamento nadie tiene competencias.

El efecto de la escasez de agua, sin soluciones inmediatas, es el abandono, la gente se mueve en busca de agua, a donde la haya y abandona el lugar donde no la hay, también los animales, estos los hacen antes al no disponer de agua embotellada, por eso no hay pájaros.

Si no se aportan soluciones inmediatas el abandono produce desertización y en los desiertos suele llover poco, añadamos a esto los millones de metros cuadrados quemados y sus consecuencias. El cambio climático es una realidad, pero en realidad es un calentamiento producido por la falta de refrigeradores naturales y el efecto del calor de los fuegos, industrias, coches y guerras, imaginen todo el territorio de Europa y Rusia, convertido en una plancha emitiendo calor a la troposfera a una temperatura de 850º de forma permanente, todo el tiempo, es insoportable, no son los gases los causantes principales del calentamiento, el agujero de ozono se está cerrando y el clima está empeorando, y el clima es el responsable del agua. Del equilibrio.

Mis paseos este verano han sido especiales, mucha calor pero esa calor me gusta y mi estancia como siempre con excesos por apurarlo todo, para no dejar nada. Puedo decir que este verano ha sido un verano de aprendizaje y descubrimientos. Andalucía sigue siendo magnifica.

Jul
5th

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M750038Siempre era una situación que se iba inflando, cargada de emoción y de nuevas sorpresas, regresar al pueblo una vez más, era siempre un nuevo acontecimiento. No me daba cuenta pero algo si estaba cambiando o ya había cambiado, pero yo cuando miraba a mi alrededor solo veía lo que quería ver, lo demás aún estando ahí lo ignoraba, no lo veía, formaba parte del paisaje que a mi no me interesaba.

Basto una vez, viajando solo, para darme cuenta, no de inmediato, fue necesaria bastante realidad, demasiada diría yo, tanta como para deshacer otra realidad que habitaba en mi pensamiento y que había estado durante años inmutable, sin erosiones, protegida, tan solo el tiempo merodeaba y arañaba ese mundo, para borrar rostros y para borrar afectos, generaciones que no debieran de tener fecha de caducidad, la tienen, también la nuestra, todas. Y eso lo cambia todo.

En realidad era obvio, incluso lo había hablado, no una, varias veces, pero como algo ajeno, no lo hablaba y escuchaba como algo mio, eran cosas que pasaban. Cierto pasaban, y afectaba a unos más que a otros, solo dependía de la cantidad de arañazos recibidos.

Me di cuenta que estaba solo, tal como había llegado, esa era mi nueva realidad, todo lo demás había desaparecido, o torpe de mi, no era capaz de verlo. Me di cuenta, pero no de inmediato como ya he dicho, que todo había cambiado. No parecía un hecho nuevo, fue mi estado de soledad lo que de una forma sutil puso de manifiesto esta nueva realidad para mi, tan distinta de la anterior y al parecer tan antigua.

Yo esperaba . . .

Nada permanece inmutable, no solo por el paso del tiempo, también el espacio (distancia) juega un papel importante porque multiplica lo que el tiempo por si solo es capaz de transformar, borrar o destruir.

Jun
28th

El verano

los-veranos-de-mi-infancia-capitulo-1-tirachinasCuando aún no era un joven, es decir, siendo un niño en las puertas de la pubertad, con lo que ello supone de aprendizaje y confusión, observaba el mundo con interés y con especial atención a mis padres. Estaba muy pendiente de sus actos y sus reacciones a mis comportamientos de niño libre y quizás un poco asalvajado, no existían actividades extraescolares ni se supo de ellas hasta mucho tiempo después y los días de verano eran largos y el campo muy extenso.

Los paseos en bicicletas destartaladas, sin frenos, a veces sin manillar y con volante de Citroën, los tirachinas y los bolsillos llenos de piedras o las espadas de madera, no eran signos tranquilizadores ni revelaban el mismo presagio que la tranquila lectura de un cuento en la biblioteca.

Así era, el riesgo era continuo y, el peligro provocaba con demasiada frecuencia golpes, chichones y arañazos profundos en todo el cuerpo con desolladuras de consideración, en el peor de los casos, no tan frecuentes, accidentes trágicos debido a la valentía y la inconsistencia racional de los niños.

Era el precio de la libertad, cuidábamos de esa libertad amagando las heridas y los chichones todo lo posible, disimulando la cojera o cubriendo las sangrantes raspaduras e inventando una causa menor si éramos descubiertos, todo era valido para no defraudar esa confianza temprana de nuestros padres. Algunas veces fallábamos por la evidencia y nos descubrían, la derrota y el sentimiento de culpa nos atenazaba por quebrar la confianza y poner en peligro la libertad.

May
31st

Hoy en Barcelona

350112985_260825216613579_6907129710737546499_nHoy he estado en Barcelona, necesitaba aventuras y desafíos y, sobre todo, darme un baño de rostros y almas totalmente desconocidos, incluso extraños, indescifrables. Necesitaba balancearme entre sus calles, aspirar el aroma del alquitrán añejo y recordar cómo se ignora el ruido en el mismo momento que añoras el silencio.

Llegue con la ciudad despierta pero afortunadamente con los turistas aun dormidos o preparándose para ventear sus calles y monumentos, breves momentos en los que la ciudad aún mantiene algo de su inquietante tranquilidad. Esa situación cambio en un instante, en lo que dura un parpadeo mientras esperas el verde del semáforo comenzó a acumularse gente a mi alrededor y en la acera de enfrente, parecía un truco de magia, o el grito de acción en el comienzo de una escena con decenas de extras, estaban allí. Con un golpe de vista, girando el periscopio, pude descubrir que yo también formaba parte de la escena, como extra, nosotros cruzábamos el semáforo, otros con la misma indiferencia subían y bajaban por las aceras, algunos se paraban en los escaparates y en las mesas de las terrazas, los mas cómodos, curioseaban el ir y venir. Estábamos todos, todos los que éramos. Faltabas tú.