1883. Una obra de arte plena de matices, de sensaciones, una serie que hay que disfrutar. La libertad, la búsqueda, la vida y la muerte, la dureza y la debilidad, paisajes maravillosos, una música que atrapa y una historia muy alejada del mundo repipi y correcto que nos rodea y nos engulle. La saga sigue con 1923 y triunfa con Yellowstone. Soberbias las tres.
/////////
He visto los cielos azules, limpios y transparentes, con algunos borrones algodonados, sin gorriones, sin golondrinas, sin apenas pájaros. El sol se dibujaba enorme, con poderío, arrasando de luz y calor todos los espacios, el viento ha desaparecido de estos paisajes y se ha llevado la lluvia, no hay agua, de momento, y de momento las ovejas están tristes y quietas, asustadas y con la mirada fija al infinito para sentir menos, para no darse cuenta.
No hay ríos, no hay lagos ni lagunas, apenas charcas y tampoco pozos. Todo el paisaje y sus huertas están sedientos. Hay preocupación, un poco de miedo y mucho silencio, es como la pandemia, una segunda plaga, ya estamos acostumbrados, paciencia y la cosa se soluciona, los gobiernos son lentos, pero están atentos y la solución llegará antes de que sea tarde, antes de que todos se hayan arruinado. Pero esta pandemia es diferente, no colapsa hospitales, no es un problema de salud pública, no ataca residencias y no genera cadáveres físicos. Y lo peor, según la voz popular el causante es el dios de la lluvia y en ese departamento nadie tiene competencias.
El efecto de la escasez de agua, sin soluciones inmediatas, es el abandono, la gente se mueve en busca de agua, a donde la haya y abandona el lugar donde no la hay, también los animales, estos los hacen antes al no disponer de agua embotellada, por eso no hay pájaros.
Si no se aportan soluciones inmediatas el abandono produce desertización y en los desiertos suele llover poco, añadamos a esto los millones de metros cuadrados quemados y sus consecuencias. El cambio climático es una realidad, pero en realidad es un calentamiento producido por la falta de refrigeradores naturales y el efecto del calor de los fuegos, industrias, coches y guerras, imaginen todo el territorio de Europa y Rusia, convertido en una plancha emitiendo calor a la troposfera a una temperatura de 850º de forma permanente, todo el tiempo, es insoportable, no son los gases los causantes principales del calentamiento, el agujero de ozono se está cerrando y el clima está empeorando, y el clima es el responsable del agua. Del equilibrio.
Mis paseos este verano han sido especiales, mucha calor pero esa calor me gusta y mi estancia como siempre con excesos por apurarlo todo, para no dejar nada. Puedo decir que este verano ha sido un verano de aprendizaje y descubrimientos. Andalucía sigue siendo magnifica.
Siempre era una situación que se iba inflando, cargada de emoción y de nuevas sorpresas, regresar al pueblo una vez más, era siempre un nuevo acontecimiento. No me daba cuenta pero algo si estaba cambiando o ya había cambiado, pero yo cuando miraba a mi alrededor solo veía lo que quería ver, lo demás aún estando ahí lo ignoraba, no lo veía, formaba parte del paisaje que a mi no me interesaba.
Basto una vez, viajando solo, para darme cuenta, no de inmediato, fue necesaria bastante realidad, demasiada diría yo, tanta como para deshacer otra realidad que habitaba en mi pensamiento y que había estado durante años inmutable, sin erosiones, protegida, tan solo el tiempo merodeaba y arañaba ese mundo, para borrar rostros y para borrar afectos, generaciones que no debieran de tener fecha de caducidad, la tienen, también la nuestra, todas. Y eso lo cambia todo.
En realidad era obvio, incluso lo había hablado, no una, varias veces, pero como algo ajeno, no lo hablaba y escuchaba como algo mio, eran cosas que pasaban. Cierto pasaban, y afectaba a unos más que a otros, solo dependía de la cantidad de arañazos recibidos.
Me di cuenta que estaba solo, tal como había llegado, esa era mi nueva realidad, todo lo demás había desaparecido, o torpe de mi, no era capaz de verlo. Me di cuenta, pero no de inmediato como ya he dicho, que todo había cambiado. No parecía un hecho nuevo, fue mi estado de soledad lo que de una forma sutil puso de manifiesto esta nueva realidad para mi, tan distinta de la anterior y al parecer tan antigua.
Yo esperaba . . .
Nada permanece inmutable, no solo por el paso del tiempo, también el espacio (distancia) juega un papel importante porque multiplica lo que el tiempo por si solo es capaz de transformar, borrar o destruir.
Cuando aún no era un joven, es decir, siendo un niño en las puertas de la pubertad, con lo que ello supone de aprendizaje y confusión, observaba el mundo con interés y con especial atención a mis padres. Estaba muy pendiente de sus actos y sus reacciones a mis comportamientos de niño libre y quizás un poco asalvajado, no existían actividades extraescolares ni se supo de ellas hasta mucho tiempo después y los días de verano eran largos y el campo muy extenso.
Los paseos en bicicletas destartaladas, sin frenos, a veces sin manillar y con volante de Citroën, los tirachinas y los bolsillos llenos de piedras o las espadas de madera, no eran signos tranquilizadores ni revelaban el mismo presagio que la tranquila lectura de un cuento en la biblioteca.
Así era, el riesgo era continuo y, el peligro provocaba con demasiada frecuencia golpes, chichones y arañazos profundos en todo el cuerpo con desolladuras de consideración, en el peor de los casos, no tan frecuentes, accidentes trágicos debido a la valentía y la inconsistencia racional de los niños.
Era el precio de la libertad, cuidábamos de esa libertad amagando las heridas y los chichones todo lo posible, disimulando la cojera o cubriendo las sangrantes raspaduras e inventando una causa menor si éramos descubiertos, todo era valido para no defraudar esa confianza temprana de nuestros padres. Algunas veces fallábamos por la evidencia y nos descubrían, la derrota y el sentimiento de culpa nos atenazaba por quebrar la confianza y poner en peligro la libertad.
Hoy he estado en Barcelona, necesitaba aventuras y desafíos y, sobre todo, darme un baño de rostros y almas totalmente desconocidos, incluso extraños, indescifrables. Necesitaba balancearme entre sus calles, aspirar el aroma del alquitrán añejo y recordar cómo se ignora el ruido en el mismo momento que añoras el silencio.
Llegue con la ciudad despierta pero afortunadamente con los turistas aun dormidos o preparándose para ventear sus calles y monumentos, breves momentos en los que la ciudad aún mantiene algo de su inquietante tranquilidad. Esa situación cambio en un instante, en lo que dura un parpadeo mientras esperas el verde del semáforo comenzó a acumularse gente a mi alrededor y en la acera de enfrente, parecía un truco de magia, o el grito de acción en el comienzo de una escena con decenas de extras, estaban allí. Con un golpe de vista, girando el periscopio, pude descubrir que yo también formaba parte de la escena, como extra, nosotros cruzábamos el semáforo, otros con la misma indiferencia subían y bajaban por las aceras, algunos se paraban en los escaparates y en las mesas de las terrazas, los mas cómodos, curioseaban el ir y venir. Estábamos todos, todos los que éramos. Faltabas tú.
Una tarde del mes Mayo, recién estrenado el mes y recién estrenada mi camisa y mis zapatos, manteniendo la tradición y la ilusión de ese día. Maqueado y perfumado pero sin estridencias llamativas, manteniendo la elegancia suficiente para no encandilar hasta el punto de molestar con el brillo a los demás.
Tranquilo, con las piernas cruzadas, recostado, echada la espalda hacia atrás en la silla, observando el ajetreo de la calle, las idas y venidas, a la gente parada saludándose y actualizando novedades, a los camareros y su habilidad para sortear mesas y personas, adelantarse, cruzarse, frenar y cambiar de dirección con un aprendido baile de piernas, sin apenas consecuencias.
Así estaba, totalmente ido, ilocalizable, perdido entre tanto acontecimiento.
De pronto noto una mano en mi cuello, me agarra suavemente, en un instante me doy cuenta de que ese gesto tan dulce es de mujer, un hombre hubiese apretado o dado un golpe en el hombre para manifestar su presencia. Me giro y miro levemente hacia arriba. No hay nadie, sin embargo yo noto su perfume y sus manos rodeándome. Me levanto de forma instintiva, sin mirar, y en ese momento el camarero que venía de sortear a un paseante se encuentra con mi zapato, me pisa, su bandeja me golpea el pecho, me tuerzo antes de casi caer y el me vierte todo el contenido de su bandeja en mi camisa nueva hasta empapar los calcetines y embotar los zapatos, también de estreno.
No pasa nada, me disculpo por mi gesto repentino y torpe, el camarero también se disculpa por la falta de frenos y los neumáticos usados. Por supuesto no explico el motivo. Sin más, me levanto y me dirijo a casa a cambiarme, ahora si, con algo usado, y seco. Mientras me alejo noto una mano que me coge y la permanencia del perfume, esta vez sí, miro y allí esta. Efectivamente era ella.
El cuadrilátero rojo de mi habitación no tiene paredes, ni ventanas ni puertas, solo un cuadrado de moqueta roja, tampoco tiene cuerdas de protección sobre las que arrojarse para no caer en el foso, no es un cuadrilátero de peleas, esta situado en un rincón de la vivienda y desde ahí se puede ver casi todo, menos el horizonte, puedo ver todo tipo de gente, la que pasa por la calle y los que se asoman a las ventanas y balcones de los bloques colindantes y también lejanos. Yo no miro, me dan repelús las alturas, también sé, que ellos no me pueden ver, ellos si ven las paredes y la ventana inexistentes y no pueden adivinar lo que se esconde detrás.
En ese cuadrado rojo no hay disputas, ni broncas, ni gritos, impera el silencio, la música y la tenue luz de una bombilla vieja y cansada, no hay objetos, solo espacio, se podría brincar saltar y correr, incluso despegar y volar. Ahí las notas de la música brotan incansablemente y buscan su lugar antes de caer empujadas por otras nuevas, en un torrente permanente donde se reflejan las estrellas en un alarde de misterio que difícilmente logro entender, pero que me hipnotiza y me obliga a bañarme en ese rio sin destino, y efímero, igual que el sonido que transporta la música.
Ahí estoy, observando y viviendo el espectáculo, persiguiendo estrellas inalcanzables, hasta el agotamiento y el sueño.
De los cinco sentidos, la vista, el oído, el olfato, el gusto y el tacto, hemos conseguido retener y almacenar las sensaciones de los dos primeros, la vista y el oído, a través de las diferentes tecnologías existentes, incluso hemos conseguido elevarlos a la categoría de arte, el olfato y el gusto tan unidos y tan parecidos, aún siendo diferentes nos ayudan a despertar recuerdos y sensaciones que solo estos dos sentidos son capaces de lograr pero no podemos almacenar los olores que nos gustan y recrearlos en nuestra casa en una reunión de amigos, no existe aún la tecnología capaz de ello.
Pero el sentido mas descuidado, del que menos se habla, el más efímero, aún siendo el mas grande es el tacto y, tampoco se puede plasmar con ningún tipo de tecnología y, resulta muy difícil aguantarlo en el recuerdo, sus sensaciones desaparecen y vuelve la necesidad de volver a vivirlo, de volver a tocar, el hambre del tacto es permanente, necesitamos de caricias, de roces, del calor de los cuerpos que a través de su piel nos transmiten.
Tocar algo es sentirlo, es vivirlo, es casi poseerlo por un instante, es un cambio de sensaciones que ningún otro sentido u acción es capaz de transmitir, ni la palabra es superior a esas sensaciones, es el mas personal de los sentidos, el que mas nos acerca a la vida y por eso no podemos conservarlo ni recordarlo , por que la vida no se puede empaquetar ni conservar, solo hay que vivirla, mientras se agota, y cuando la olvidamos, revivirla.
Me gustan los espíritus libres, la manifestación pura y serena de la vida, sin tapujos ni enmiendas, nadie es totalmente libre, socialmente estamos ligados por alguna soga, siempre. Pero hasta el esclavo tiene el poder de ser libre, sentirse libre, la libertad comienza en la fuerza del pensamiento, en querer, la voluntad de ser libre es primordial para serlo. Hay más esclavos de pensamiento que obligados o sometidos por la fuerza de un tercero.
Es difícil atreverse a ser libre, es difícil hablar libremente, da cierto pudor, incluso miedo en una sociedad mayoritariamente domesticada socialmente, la libertad está mal vista.
La libertad exige cierta dosis de inmadurez, la suficiente para no entrar en putrefacción, cierta locura, también lo suficiente para no perder la cordura y mantenerse al margen de lo estricto.
Se suele decir de los espíritus libres que son adelantados a su tiempo, pero no, no importa el tiempo, nos sobresalta y nos inquieta la sencillez de sus actuaciones, su felicidad basada en la entrega a los demás, en su necesidad de intercambio permanente, en ir a la suya, en no dejar pasar ni un instante de forma gratuita.
Me gustan los espíritus libres, me gusta la libertad, me sobran las sogas y tanta corrección victoriana.