Feb
14th

Descubrimientos

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descubrimiento.gifAquella caja maravilloso dejo de emitir sus imágenes en blanco y negro y un tanto difusas, se habían ido tras la estela de un punto blanco que también desapareció. Era la señal, había que recoger lo que hasta ese momento era el comedor y convertirlo por extraña magia en un espléndido dormitorio. El sofá se convertía en cama doble y del mueble que momentos antes sostenía un jarrón con flores de plástico marchito, aparecía una cama camilla, solo había que soltar el pasador y sus dos alas se desplegaban y caían en busca de sitio para apoyarse.

Lo único que permanecía en el mismo lugar era la mesa con el televisor. Fue una noche de aquellas. Le costaba encontrar el sueño, le rondaba cierta inquietud, notaba una sensación extraña, algo en su cuerpo no paraba de crecer, se estiraba y se estiraba hasta resultar molesto y comprometedor, era extraño. No quería hacer grandes gestos ni movimientos bruscos, no estaba solo. Se enzarzo en una lucha sorda por controlar tal desmesura y atrevimiento, además los calzoncillos blancos de algodón, a esas alturas de la noche, ya no sujetaban nada, todo lo contrario, parecían unos pantalones bombachos donde todo se movía en plena libertad. No tenia miedo, aquello no podía ser una enfermedad, no sentía daño, pero si le causaba cierto espanto no saber donde colocar aquella desazón que le aprisionaba el vientre. Forcejeo con el, quería esconderlo entre las piernas hasta la mañana siguiente, no quería ser descubierto, pero parecía inútil, aquella cosa quería permanecer en posición supina. Aquello tomaba aspecto de ser una pelea larga y terrible. Pero de pronto después de tanto forcejeo, tuvo una sensación extraña, le sobresalto una especie de espasmos y hormigueo que el no supo descifrar, pero por suerte aquello supuso el final de aquella pelea. Mientras el sueño le daba la mano, algo húmedo y viscoso se le enganchaba en las manos. A la mañana siguiente no dejaba de pensar si aquello habría sido un sueño o realidad. Busco el origen de aquella viscosidad como prueba, pero la gran absorción de aquellos calzoncillos afelpados borro los restos de la batalla. No le dio más importancia en ese momento. Se tomo aquel tazón de cacao que tanto le costaba tragar, tenia ganas ya de subir un peldaño en aquellos desayunos y que por fin le dieran café con leche. Había que esperar. Eran mañanas frías y nos gustaba ir pisando la poca escarcha que encontrábamos por el camino, era los más parecido a la nieve que conocíamos. Yo llevaba un odioso jersey -nunca me han gustado- tejido en largas noches junto al brasero, mientras se desgranaba una historia familiar. Los pantalones eran de embudo y, de un tejido parecido a la espuma, una especie de leotardos anchos y elásticos, todo ello complementado con unas viejas chirucas de lona marrón. Aquella clase, era una gran clase, había un catalogo florido de pequeños tipos, embriones de lo que más tarde serian hombres y mujeres con toda clase de destinos. Gran parte de nuestro mundo estaba encerrado en aquellas, nuestras paredes. Había tres filas de mesas, yo me situaba en la de la izquierda, junto a la pared, en la tercera mesa, las delanteras estaban reservadas para las niñas. Como siempre, hasta la entrada del profesor, repasábamos la lección, bueno, en realidad, le dábamos un repaso a las niñas, no parábamos de jugar con ellas y molestarlas.– Oye dice tu novio…– Yo no tengo novioCuando entraba la maestra el silencio era absoluto, en señal de respeto, pero no a ella, sino a los hermosos coscorrones que atizaba, y todas las miradas se dirigían a la pizarra en busca de tu nombre y las cruces correspondientes. Yo ese día estaba preocupado por lo de la noche anterior y durante la espera me había portado bien, no tenia nada que temer. Además esa mañana la señorita venia de buen humor y amnistió a todos los reos.Nos dio un poco más de tiempo para repasar antes de comenzar con sus preguntas audaces.¡ Dios, que sucede ! Aquello volvía a dar la batalla, caprichosamente, sin previo aviso, empezaba a surgir un tremendo bulto en los pantalones, como en la noche anterior aquellos calzoncillos blancos de algodón no tenían consistencia a esas horas para amedrentar tanto vigor, y la segunda línea de fuego, aquellos pantalones, tampoco.¡ Que escándalo! aquello parecía de broma, se lo enseñe a mi compañero de al lado como una pequeña confidencia y no se le ocurre otra cosa que darme con la libreta de muelle, mientras me decía que me quitara el lápiz de ahí. No pude explicarle que no era el lápiz, el otro compañero de mesa se unió al escándalo y, ambos, con sus libretas querían tumbar el lápiz. Serian ignorantes. El más avispado intentaba reclamar la atención de las niñas de la mesa delantera. Mirad, mirad, lo que tenemos aquí. La maestra que iba paseando por los estrechos pasillos entre las mesas, absorta en sus pensamientos, casi sonámbula, sólo despertaba de forma automática para largar algún que otro coscorrón a los despistados. Me gire para buscar su situación, pero, mala suerte, ella también buscaba la causa de aquel revuelo y nuestras miradas chocaron delatándome.– Bueno, ya esta bien, vamos a empezar- dijo. Y continuó: – A ver estos que parece que están muy contentos, lo deben de saber todo- sentencio. La lección era de Geografía y me toco a mi enumerar los ríos, los montes y algún accidente más. No podía salir de mi espanto, una ola de calor me subió por la cara. No me levante. Con la libreta en las manos, presagiando lo peor, intentaba tapar lo que aquellos idiotas creían un lápiz. Nervioso como estaba no era capaz de responder con toda la claridad y nitidez que el momento requería, y acabo ordenándome que saliera y los anotara en la pizarra. Que horror, que vergüenza, lo peor ya estaba pasando. Con unos ademanes que debieron parecer rarisimos y encorvándome como un anciano, me tape como pude y lo que pude con la libreta. Intentaba colocar el palo de la tienda de campaña en una posición menos llamativa, pero había quedado atascado en la raja de orinar de aquellos malditos calzoncillos de algodón, tarde una eternidad en salir al pasillo, sin haberlo conseguido.Con la mano izquierda y la libreta intentaba disimular lo que no tenia disimulo y con la derecha empece a escribir en la pizarra. Era tanta la faena y congoja que tenia que alguna idiotez dije que provoco la ira de la maestra y me mando sentar con una reprimenda. En realidad me mando sentar y no me atosigo, porque ella si entendía lo que estaba pasando, quizás con cierto rubor. El caso es que desde aquel día no puedo ver ese tipo de pantalones, me traen malos recuerdos. Hay realidades que se nos muestran a través del azar como el mayor de los descubrimientos, también, a veces, como la mayor de las vergüenzas. Suerte que los años lo resitúan todo.